miércoles, 15 de abril de 2015

El sol verde





Dibujo: Zoé (4 años)

Quedó perpleja. No podía creérselo. ¿Cómo era posible que algo así pasara? ¡Verde! ¡El sol estaba verde!
Verde se apuró en volver al piso. Ojalá no me haya visto, pensó mientras se dejaba caer sobre el osito que olía a caramelo.
— ¡Mamá! ¡Mamá!, llamó saliendo del cuarto, corriendo por el pasillo.
En la cocina, su mamá terminaba de lavar los trastes y se disponía a preparar un café. La jaló del brazo y reiteró "¡Mamá, ven, veeeen!
— ¿Qué pasó, Zoé?, preguntó su mamá volteando a verla.
—El sol, mamá, ¡el sol es verde!, dijo abriendo exageradamente los ojos.
— ¿Verde?, preguntó divertida.
—Sí, ¡verde!, insistió Zoé, muy seria.
Entonces, su mamá salió de la cocina y se dirigió al salón, se asomó a la ventana, alzó la mirada al cielo y buscó el sol.
Sonrió. Se agachó para estar al mismo nivel que su hija, la tomó por los hombros y, cariñosamente, le dijo:
—No, mi Estrellita de Mar. El sol no es verde. Sigue siendo amarillo, como siempre.
Mientras tanto, rojo aprovecha la ausencia de Zoé y se sube a la hoja de papel, cuidándose de no ser descubierto.
La voz muy aguda de Zoé les llega nítidamente:
— ¡Pero no, mamá!, protesta, cruzándose de brazos. ¡No entiendes! Ven, mira.
Toma a su mamá de la mano y la lleva hasta su cuarto donde, encima de la cama, hay un libro con imágenes para colorear abierto.
Gris se echa al piso justo antes de que se den cuenta. Cae sobre una torre de blocks lastimándose la punta. Reprime un grito torciéndose de dolor. Negro, que había bajado a tiempo, le echa una mirada de reproche.
Alrededor del cuaderno hay muchos lápices de color que esparcen sus tonalidades por doquier, llegando hasta el piso.
—Zoé, ya sabes que tendrás que recoger tus lápices y guardarlos en el estuche, advierte su mamá amorosamente.
Zoé no responde. Lo que quiere es que su mamá por fin vea el sol verde.
— ¡No puede ser! ¿Otra vez?
No cree sus ojos cuando descubre el río de un rojo dudoso, los árboles grises y una enorme mancha negra, colgando del cielo. ¡Sin hablar del sol verde!
— ¿Tú lo pintaste, Zoé? ¡Wow, qué bonito!, dice orgullosa aunque siempre se sorprenderá del color que los niños se empecinan en darle a las cosas.
Negro, gris, rojo y verde escuchaban detenidamente, acurrucados entre ellos.
— ¡No! Yo no fui, declaró tajante. ¡De seguro fueron los lápices de color! Eso hacen cuando los dejo solitos, añadió segura de lo que estaba afirmando.
— ¿Quieres decir que cobran vida propia?, preguntó con una sonrisa soslayada.
—Pues no sé, mamá. Yo creo que cuando no estoy, se aburren y quieren jugar y entonces se ponen a colorear mi libro.
—Sí, puede ser, concordó su mamá sabiendo que de nada le serviría llevarle la contraria. Y decidió seguirle la corriente: Y, ¿por qué crees que pintaron el sol de verde?
Curiosos, los colores se acercaron sigilosamente para escuchar lo que decían. Su misión no estaría completa si el mensaje no se entregaba correctamente.
Llevaban años haciéndolo, incansablemente, esperando que algún día alguien fuera lo suficientemente consciente de la situación.
¡Ya era hora que los humanos cuidaran y preservaran a la naturaleza! El planeta no podía seguir aguantando más maltratos.
Día con día, cada vez eran más los árboles que desaparecían, muchas ciudades se hallaban hundidas bajo una nube obscura de humo que parecía crecer más y más sin que se haga nada para detenerla.
—Es verde porque está enfermo, mamá - sentenció Zoé llevando las manos a la cintura.
— ¿Enfermo, mi Estrellita de Mar? ¿Por qué enfermo?, preguntó su mamá sorprendida.
—Porque está cansado. Los árboles también están cansados, mamá, por eso ya no tienen hojas y se ven verdaderamente cansados. Mira cómo se inclinan - prosiguió.
—Ah, está bien..., contestó su mamá por contestar.
Pero fue entonces que su hija la asombró:
—Pero no, mamá, ¡no está bien! El sol y los árboles están cansados porque los humanos  no lo dejan descansar. Nunca ponen la basura en su lugar, talan los árboles sin parar, y peor no vuelven a replantar - alegó enfadada y remató: ¿por qué crees que el río de mi hoja está rojo?
—Tienes razón, mi amor. - intervino el papá de Zoé que había llegado hacía unos minutos y las había estado escuchando. Algunas fábricas son muy irresponsables y vierten sus residuos tóxicos en los ríos y a veces directamente en el mar, por eso los ríos rojos.
—Es importante que cuidemos la naturaleza porque de no hacerlo, perderemos nuestra casa, nuestro hermoso planeta, asintió la mamá muy orgullosa de su hija. Y se quedó pensativa.
Rojo, negro, verde y gris temblaban de alegría. Al fin, el mensaje se había entregado. La nueva generación estaba consciente del daño causado a la naturaleza, pero aun así iban a necesitar a los adultos, alguien capaz de guiar a estos niños en la dirección correcta. Fue entonces que oyeron a la mamá de Zoé:
— ¡Nosotros podemos aportar nuestro granito de arena, mi Estrellita de Mar! ¿Te gustaría hacerlo?- preguntó el papá de Zoé.
— ¡Sí, papá, sí! ¡Vamos, vamos, vamos! - exclamó entusiasmada.
—Podemos empezar por tirar siempre la basura en su lugar, reciclar nuestra basura y evitar usar productos que contaminan el medio ambiente, como el plástico, por ejemplo, explicó su mamá.
— ¡Sí, mamá, sí! - siguió respondiendo Zoé, feliz que sus papas entendieran el problema.
—Ahora, ¿qué te parece si vamos allá abajo a plantar un arbolito y una planta bien bonitos? - preguntaron.

— ¡Sí, mamá, sí, papá! ¡Vamos! - concordó jalando a su mamá del vestido y a su papá de la mano.

2 comentarios:

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