Dibujo: Zoé (4 años) |
Quedó perpleja. No podía creérselo. ¿Cómo era posible que
algo así pasara? ¡Verde! ¡El sol estaba verde!
Verde se apuró en volver al piso. Ojalá no me haya visto,
pensó mientras se dejaba caer sobre el osito que olía a caramelo.
— ¡Mamá! ¡Mamá!, llamó saliendo del cuarto, corriendo por el
pasillo.
En la cocina, su mamá terminaba de lavar los trastes y se
disponía a preparar un café. La jaló del brazo y reiteró "¡Mamá, ven,
veeeen!
— ¿Qué pasó, Zoé?, preguntó su mamá volteando a verla.
—El sol, mamá, ¡el sol es verde!, dijo abriendo
exageradamente los ojos.
— ¿Verde?, preguntó divertida.
—Sí, ¡verde!, insistió Zoé, muy seria.
Entonces, su mamá salió de la cocina y se dirigió al salón,
se asomó a la ventana, alzó la mirada al cielo y buscó el sol.
Sonrió. Se agachó para estar al mismo nivel que su hija, la
tomó por los hombros y, cariñosamente, le dijo:
—No, mi Estrellita de Mar. El sol no es verde. Sigue siendo
amarillo, como siempre.
Mientras tanto, rojo aprovecha la ausencia de Zoé y se sube
a la hoja de papel, cuidándose de no ser descubierto.
La voz muy aguda de Zoé les llega nítidamente:
— ¡Pero no, mamá!, protesta, cruzándose de brazos. ¡No
entiendes! Ven, mira.
Toma a su mamá de la mano y la lleva hasta su cuarto donde,
encima de la cama, hay un libro con imágenes para colorear abierto.
Gris se echa al piso justo antes de que se den cuenta. Cae
sobre una torre de blocks lastimándose la punta. Reprime un grito torciéndose
de dolor. Negro, que había bajado a tiempo, le echa una mirada de reproche.
Alrededor del cuaderno hay muchos lápices de color que
esparcen sus tonalidades por doquier, llegando hasta el piso.
—Zoé, ya sabes que tendrás que recoger tus lápices y
guardarlos en el estuche, advierte su mamá amorosamente.
Zoé no responde. Lo que quiere es que su mamá por fin vea el
sol verde.
— ¡No puede ser! ¿Otra vez?
No cree sus ojos cuando descubre el río de un rojo dudoso,
los árboles grises y una enorme mancha negra, colgando del cielo. ¡Sin hablar
del sol verde!
— ¿Tú lo pintaste, Zoé? ¡Wow, qué bonito!, dice orgullosa
aunque siempre se sorprenderá del color que los niños se empecinan en darle a
las cosas.
Negro, gris, rojo y verde escuchaban detenidamente,
acurrucados entre ellos.
— ¡No! Yo no fui, declaró tajante. ¡De seguro fueron los
lápices de color! Eso hacen cuando los dejo solitos, añadió segura de lo que
estaba afirmando.
— ¿Quieres decir que cobran vida propia?, preguntó con una
sonrisa soslayada.
—Pues no sé, mamá. Yo creo que cuando no estoy, se aburren y
quieren jugar y entonces se ponen a colorear mi libro.
—Sí, puede ser, concordó su mamá sabiendo que de nada le
serviría llevarle la contraria. Y decidió seguirle la corriente: Y, ¿por qué
crees que pintaron el sol de verde?
Curiosos, los colores se acercaron sigilosamente para
escuchar lo que decían. Su misión no estaría completa si el mensaje no se
entregaba correctamente.
Llevaban años haciéndolo, incansablemente, esperando que algún día alguien fuera lo suficientemente consciente de la situación.
¡Ya era hora que los humanos cuidaran y preservaran a la naturaleza! El planeta no podía seguir aguantando más maltratos.
Día con día, cada vez eran más los árboles que desaparecían, muchas ciudades se hallaban hundidas bajo una nube obscura de humo que parecía crecer más y más sin que se haga nada para detenerla.
Llevaban años haciéndolo, incansablemente, esperando que algún día alguien fuera lo suficientemente consciente de la situación.
¡Ya era hora que los humanos cuidaran y preservaran a la naturaleza! El planeta no podía seguir aguantando más maltratos.
Día con día, cada vez eran más los árboles que desaparecían, muchas ciudades se hallaban hundidas bajo una nube obscura de humo que parecía crecer más y más sin que se haga nada para detenerla.
—Es verde porque está enfermo, mamá - sentenció Zoé llevando
las manos a la cintura.
— ¿Enfermo, mi Estrellita de Mar? ¿Por qué enfermo?,
preguntó su mamá sorprendida.
—Porque está cansado. Los árboles también están cansados,
mamá, por eso ya no tienen hojas y se ven verdaderamente cansados. Mira cómo se
inclinan - prosiguió.
—Ah, está bien..., contestó su mamá por contestar.
Pero fue entonces que su hija la asombró:
—Pero no, mamá, ¡no está bien! El sol y los árboles están
cansados porque los humanos no lo dejan
descansar. Nunca ponen la basura en su lugar, talan los árboles sin parar, y
peor no vuelven a replantar - alegó enfadada y remató: ¿por qué crees que el
río de mi hoja está rojo?
—Tienes razón, mi amor. - intervino el papá de Zoé que había
llegado hacía unos minutos y las había estado escuchando. Algunas fábricas son
muy irresponsables y vierten sus residuos tóxicos en los ríos y a veces
directamente en el mar, por eso los ríos rojos.
—Es importante que cuidemos la naturaleza porque de no
hacerlo, perderemos nuestra casa, nuestro hermoso planeta, asintió la mamá muy
orgullosa de su hija. Y se quedó pensativa.
Rojo, negro, verde y gris temblaban de alegría. Al fin, el
mensaje se había entregado. La nueva generación estaba consciente del daño
causado a la naturaleza, pero aun así iban a necesitar a los adultos, alguien
capaz de guiar a estos niños en la dirección correcta. Fue entonces que oyeron
a la mamá de Zoé:
— ¡Nosotros podemos aportar nuestro granito de arena, mi
Estrellita de Mar! ¿Te gustaría hacerlo?- preguntó el papá de Zoé.
— ¡Sí, papá, sí! ¡Vamos, vamos, vamos! - exclamó
entusiasmada.
—Podemos empezar por tirar siempre la basura en su lugar,
reciclar nuestra basura y evitar usar productos que contaminan el medio
ambiente, como el plástico, por ejemplo, explicó su mamá.
— ¡Sí, mamá, sí! - siguió respondiendo Zoé, feliz que sus
papas entendieran el problema.
—Ahora, ¿qué te parece si vamos allá abajo a plantar un
arbolito y una planta bien bonitos? - preguntaron.
— ¡Sí, mamá, sí, papá! ¡Vamos! - concordó jalando a su mamá
del vestido y a su papá de la mano.